jueves, mayo 20, 2004

UN AÑO DE TRABAJO EN EL FIN DEL MUNDO
Vivir de noche, con vientos de 200 km/h y a menos de 20° bajo cero






Formar parte de las dotaciones que pasan hasta 14 meses en las bases de la Antártida no es para cualquiera. A pesar del clima hostil la gente se enamora del lugar.
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Por Pedro Irigoyen.
informedeldia@claringlobal.com

La vida en el continente blanco no es para cualquiera. Durante el invierno, su inmensa superficie de 30 millones de kilómetros cuadrados se convierte en una de las regiones más inhóspitas del planeta. Tan impactante y asombrosa, como solitaria y áspera, la Antártida está poblada sólo por hombres y mujeres audaces y comprometidos, dispuestos a hacer el sacrificio de vivir a casi mil kilómetros de distancia del continente. Su clima es riguroso y crudo. Las temperaturas oscilan entre los 20 y 40 grados bajo cero, llegando a alcanzar una mínima absoluta de -88,5º. En los peores casos, los vientos llegan a alcanzar los 250 kilómetros por hora.

A medida que avanza el invierno, las noches se van haciendo cada vez más frías, eternas y oscuras. En verano, en cambio, son los días los que se alargan. Sin embargo, el lugar se hace querer y cada persona que pasó por allí se trajo consigo un cariñoso recuerdo. "Conocer la Antártida y trabajar con las especies que nunca hubiéramos conocido es un sueño cumplido. Salir a esquiar sobre el mar helado durante horas y solo ver un horizonte blanco es espectacular", comenta emocionado Pablo Rosso, que pasó un año entero como guardaparque en Orcadas, el límite norte del Sector Antártico Argentino.
Es cierto, las llamadas noches y días polares no son aptas para la mayoría de los mortales, pero aquellos que se animaron a llegar hasta allí no reniegan de la experiencia y se las arreglan para encontrarle el lado positivo. Marino Rossi, un sismólogo italiano que pasó medio año realizando investigaciones en el lugar asegura que "es más fácil trabajar estando tan lejos, porque la Antártida te da toda la tranquilidad que se necesita".

En cuanto a su soberanía, la Argentina fue el primer país en establecerse en el continente hace poco más de cien años, cuando se tomó posesión del Observatorio Meteorológico de la Isla Laurie sobre el archipiélago de las Orcadas del Sur. Mucho tiempo después, en el año 1959, se firmaría el Tratado Antártico que determina que su territorio sea preservado sólo para fines pacíficos y para la investigación científica. Desde entonces, siete países han realizado reclamos sobre su soberanía, incluyendo el nuestro.

"Nuestro trabajo tiene una doble función: rescatar ese pasado por una cuestión de conocimiento y rescatar ese pasado como una cuestión realmente patrimonial y de historia”, asegura la arqueóloga Verónica Aldazabal, que pasó dos meses en la Base de Orcadas. “Que vayan cinco personas hace que todo un país vaya detrás aportando para eso", asegura.

Con las emociones mezcladas, el jefe saliente de la Base Orcadas, el Capitán de Fragata Ricardo Gardé, sintetizaba su experiencia antes volver al continente: "Tengo sensaciones encontradas de tristeza, de alegría. Veo el rompehielos y ya estoy pensando en el acercamiento a la familia y veo cada rinconcito de esta isla y me acuerdo de todo el año que pasé acá. Me voy realmente emocionado”.

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