miércoles, junio 30, 2004

Chilenos incursionan en la glaciología
Martes, 29 de Junio de 2004
Economía y Negocios, El Mercurio
MARÍA CRISTINA SILVA
http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=54661

El cambio climático y la disponibilidad de recursos hídricos son algunos de los temas que investigan.
Gino Casassa ha construido su vida en torno a la montaña. A su mujer la conoció escalando y se casó literalmente en la punta del cerro, con ropa de montaña y un sacerdote en buen estado físico, obviamente.

Cuando era alumno de ingeniería civil hidráulica en la Universidad de Chile se dio cuenta de que las montañas además de escalarse podían estudiarse. Su particular pasión por las avalanchas de nieve lo llevó a sacar un magíster en esa materia en la U. de Hokkaido, en Japón, y luego se orientó hacia los glaciares y se doctoró en Ohio.

"A pesar de que en el lugar no hay nada de hielo, cuando fui tenía la mayor concentración de glaciólogos de todo EE.UU.", cuenta.

Con estos antecedentes no era de extrañar que este ingeniero-montañista-científico fuera elegido en 2001 para convertirse en la columna vertebral del primer Laboratorio de Glaciología y Cambio Climático que existe en el país.

Éste pertenece al Centro de Estudios Científicos (Cecs) de Valdivia, creado el "84 por Claudio Teitelboim, Ramón Latorre y Armando Cisternas.

La glaciología es el estudio de las nieves y el hielo tanto a nivel planetario como extraplanetario -por ejemplo, los hielos de Marte- y tomó gran impulso durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los japoneses empezaron a estudiar la formación de escarcha en las puntas de ataque de las alas de los aviones de combate.

Casassa y su equipo estudian los glaciares y su relación con el clima. La existencia de Campos de Hielo y de la Antártida hace que Chile tenga una gran ventaja para el desarrollo de la glaciología, materia que adquiere cada día mayor relevancia por la preocupación universal por los recursos hídricos y los ascensos del nivel del mar.

Investigaciones en conjunto con la NASA, asociaciones con científicos daneses y campañas con las Fuerzas Armadas son algunos de los proyectos acometidos por este grupo de chilenos. Se trata de un equipo multidisciplinario que congrega a militares, geógrafos, encargados de logística y varios ingenieros.

"Además de buenos científicos tienen algo épico, heroico. Estos gallos debieran ser héroes nacionales", dice el biólogo Francisco Sepúlveda, director de proyectos del Cecs.

Expediciones top

Nada menos que con la NASA ha trabajado este grupo. En marzo pasado un avión de la agencia espacial vino a recoger información sobre la topografía del continente antártico, y el Laboratorio de Glaciología estuvo representado a bordo de la nave. Los datos que se obtuvieron entonces son interpretados actualmente tanto por los estadounidenses como por los glaciólogos chilenos, cada equipo desde una perspectiva distinta.

La expedición voló a 9 mil metros de altura e hizo frente a vientos de 185 kilómetros por hora en un avión-laboratorio DC-8 equipado con un potente radar. Tras los sobrevuelos, los científicos confirmaron que los glaciares antárticos de la periferia hoy fluyen a mayor velocidad que antes, se disgregan en témpanos al tocar el mar y luego se funden en el agua salada. Así, el derretimiento que se había comprobado en glaciares patagónicos se confirmó en la Antártida.

Tras la expedición, el hecho fue tildado de "dramático" por los científicos. Si se comprobaba que el fenómeno era generalizado, la Antártida occidental desaparecería en un mediano plazo. Sin embargo, se descubrió una pequeña señal de que en las zonas altas habría un engrosamiento de los glaciares; es decir, el efecto contrario de lo que ocurría en la periferia.

El objetivo de todas las expediciones es estudiar el estado actual de los glaciares -que presentan tasas de retroceso mayores que las de sus símiles del hemisferio norte-, su comportamiento pasado y su interacción con el clima. En base a eso, la idea es predecir su evolución y cómo ésta afecta al sistema ambiental y climático a nivel local, regional y global.

"La Antártida obviamente afecta al planeta a nivel global", precisan. La primera expedición -que impulsó la creación del Laboratorio de Glaciología el año 2000- fue a Campos de Hielo Sur. En la excursión se realizaron estudios en terreno a partir de los métodos tradicionales del montañismo; o sea, recorriendo a pie con los instrumentos en la espalda. El regreso desde Punta Arenas hasta Puerto Montt se realizó en el buque "Aquiles" de la Armada de Chile, donde tuvo lugar un seminario.

Además del trabajo científico, lo más memorable de la hazaña fue el estoicismo de un japonés a quien le tocó dictar su charla durante el cruce del Golfo de Penas: la marejada hizo desaparecer rápidamente a la audiencia, pero el conferencista duró hasta el final.

En 2001 vino una segunda expedición a Campos de Hielo con un equipo de científicos daneses liderados por el Instituto Niels Bohr, oportunidad en que por primera vez en Chile se instaló un sensor a bordo de un avión para estudiar glaciares (concretamente el Grey y el Tyndall).

"El tema del radar fue un fracaso: no medimos nada porque no se pudo penetrar el glaciar con el radar. Pero el experimento con el altímetro láser que hicimos fue un gran éxito y demostró que tenía ventajas incomparables para ese tipo de terreno", dice Casassas.

Ese proyecto fue el punto de partida para las exploraciones aéreas, que permiten esperar el esquivo buen tiempo en esas latitudes y recorrer miles de kilómetros en una jornada.

El gran reto pendiente es una expedición al Polo Sur que se realizará en noviembre o diciembre de este año en colaboración con el Ejército, la Fuerza Aérea y el Ministerio de Defensa. La idea es ir en un tractor y convertirse en la primera excursión sudamericana que va allá con objetivos científicos. Argentina ha llegado dos veces con medios motorizados y Chile lo ha hecho vía aérea; además, deportistas nacionales han llegado esquiando.

El proyecto es parte del gran esfuerzo internacional Itase (International Trans Antartic Scientific Expedition) que estudia el clima de los últimos 200 años.

"Los testigos de hielo son un libro abierto para estudiar el clima del pasado. En la medida en que vamos en tránsito hacia el Polo Sur tenemos 1.100 kilómetros con condiciones ambientales distintas, donde podemos ver y evaluar cómo han variado las condiciones climáticas del pasado", explican.

La investigación del cambio climático tiene implicancia directa en temas de recursos hídricos. En concreto, se analiza cómo el retroceso de los glaciares impacta en los recursos hídricos.

¿Y quién paga?

Aunque entre risas dicen que son un mal negocio porque sólo gastan plata, al ponerse serios los glaciólogos aseguran que el conocimiento que están generando es rentable. De hecho, sirve para orientar las políticas públicas en torno al cambio climático y contribuir a evitar los efectos del calentamiento global.

El Cecs cuenta con un presupuesto anual que bordea los US$ 2,5 millones. Los recursos se distribuyen entre sus tres unidades: de física, biología y glaciología. Los dos últimos son los que más gastan, ya que los físicos requieren menos instrumental para su trabajo.

A modo de ejemplo, una exploración aérea a la Antártida cuesta en torno a un millón de dólares, y los gastos se asumen entre todas las partes involucradas en el proyecto.

El presupuesto anual del Cecs se obtiene a partir de tres grandes pilares, que son la Iniciativa Científica Milenio de Mideplan, los aportes de la Fundación Andes y fuentes diversas, como proyectos Fondecyt y donaciones de privados.

El año 2000 el centro fue seleccionado -junto con otros 2 institutos- para convertirse en Instituto Milenio, lo que le significó un aporte de recursos hasta fines de este año. La Fundación Andes, en tanto, financia proyectos del laboratorio de glaciología y la creación de una unidad de genómica funcional.

Los científicos aseguran que año a año hay que pelear por los recursos, aunque reconocen que, afortunadamente, los gobiernos se han dado cuenta de que invertir en ciencia y tecnología equivale a invertir directamente en desarrollo.

Cuando un avión de la NASA vino a recoger información sobre la topografía del continente antártico, el Laboratorio de Glaciología estuvo representado a bordo de la nave.

Todos para uno

En una imponente casona remodelada a orillas del Calle Calle trabajan los integrantes del Laboratorio de Glaciología.

Pese a lo confortable que son las instalaciones, ellos no están en sus oficinas todo el tiempo. Parte del año se lo pasan sobrevolando hielos para desentrañar los misterios de su evolución.

La heterogeneidad del grupo hace muy especial el ambiente: diferentes profesiones, edades y procedencias.

Los uniformados son el teniente coronel Guillermo Neira y el mayor Luis Araya, investigadores de un proyecto conjunto entre el Ejército y el Cecs. Llevan tres meses en Valdivia.

No cualquier militar calificaba para esta responsabilidad, ya que además de los conocimientos técnicos requerían de manejo de idiomas y perfil investigador.

Los geógrafos Francisca Bown y Andrés Rivera (quien no apareció en la foto, pues está terminando su doctorado en glaciología en la Universidad de Bristol) son los que colaboran con Casassa en el análisis de la información obtenida en las expediciones. Francisca se dedica al manejo de datos de imágenes y fotografías aéreas satelitales para el estudio de glaciares, y trabaja en un proyecto en colaboración con la Universidad de Colorado.

El radarista del grupo es el ingeniero civil electrónico Rodrigo Zamora. Su labor consiste en medir el espesor de los hielos en terreno, para luego analizar y procesar los datos. Además, investiga las modificaciones necesarias a los equipos con que cuentan para adaptarlos al hielo temperado que está en Campos de Hielo y la Península Antártica.

El guía de montaña y asesor logístico Marcos Rodríguez es clave en las expediciones, ya que aporta conocimientos y vitalidad.

El más joven del grupo es Ronald Mella (24), tesista de ingeniería civil en informática de la Universidad Austral que desarrolla un sistema de adquisición y procesamiento de datos de radar para mediciones de espesor de hielos. Hugo Muñoz (27), estudiante de ingeniería electrónica trabaja en su tesis sobre el mejoramiento de las antenas del sistema de radio-ecosondaje. Su desafío es que los radares lleguen hasta un kilómetro de profundidad en la medición del espesor de los hielos (hoy alcanzan 600 metros).

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