lunes, enero 17, 2005

Historias contadas por sus protagonistas

Científicos españoles en la Antártida
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Es nuestro segundo intento, por fin conseguimos desembarcar en Isla Decepción; el Capitán del Ushuaia ha parado los motores y nos ha permitido ver la entrada a la bahía interior de la isla por el paso llamado Fuelles de Neptuno, por el aire que aquí se provoca. Nos estaban esperando. Nos reciben Francisco Carrión, geofísico del Instituto Andaluz de Geofísica y de la Universidad de Granada; Pedro Linares, comandante de la base, y el capitán Silva; en una pequeña playa de arena negra basáltica, que es donde está situada la base española Gabriel de Castilla.
Mientras los militares nos enseñan el funcionamiento de la base –de cuya logística son responsables, con cocinera militar incluida–, el científico nos explica las investigaciones que están llevando a cabo. Fundamentalmente estas investigaciones se basan en una sofisticada tecnología de una red de sismógrafos que les permita conocer la situación y el movimiento de las cámaras magmáticas que se localizan debajo de la isla. Nos cuenta que acaban de pasar la noche de Navidad sin dormir, ya que la microsísmica que observan alerta sobre el posible inicio de una erupción volcánica. Todo esto indica que el vulcanismo de Decepción sigue completamente vivo; ya en 1969 provocó su última gran erupción –se conocen otras de 1842, 1912 y 1917– de lavas y piroclastos basálticos que destruyeron una base inglesa y provocar un fuego destructor en otra chilena.

Toda la isla fue lo que los vulcanólogos llaman un estratovolcán, que desde el Terciario Superior fue creciendo en el fondo oceánico; después de emerger, el edificio colapsó en el centro dejando una gran caldera de hundimiento invadida por el mar, precisamente por los Fuelles de Neptuno. A esto es debida la forma anular de la isla, que le ha permitido ser un perfecto puerto y refugio natural para los barcos que navegan el proceloso Pasaje de Drake.

El comandante de la base nos cuenta, como ya habíamos oído en Cádiz al almirante Manuel Catalán, pionero de las investigaciones españolas en la Antártida, que mucho antes de que Drake pasase por este estrecho lo hizo el marino español Gabriel de Castilla a comienzos del siglo XVII, siendo el primer navegante que llegó a la Antártida, reconocimiento que aún no se ha hecho universal. El capitán nos sigue mostrando el módulo donde viven, guisan y se comunican con el mundo, y nos invita a un exquisito café caliente y con galletas Campurrianas, inolvidables, mientras caía agua-nieve y el mar empezaba a preocuparnos.

En la base española hay un total de cinco científicos (curiosamente todos andaluces, incluida la portuense Yolanda Jiménez, joven investigadora de la UCA), aunque esperan a 12 más la semana que viene, y 8 militares voluntarios. Estos militares, sin armas por mandato del Tratado Antártico, cumplen un servicio para la ciencia y la investigación más valioso y respetable que otras misiones internacionales.

A la base Gabriel de Castilla le espera una paella de domingo, y a nosotros nuestro barco, y después un nuevo desembarco, o landing como dicen los argentinos de nuestra tripulación, ahora en la Isla Livingston. Decepción no nos decepcionó. De hecho, su nombre procede de un equívoco. Los ingleses la llamaron Deception, que significa "engaño", en alusión a la recóndita bahía que encierra en su interior. Los españoles, con nuestro proverbial dominio de los idiomas, lo tradujeron por "Decepción", y con este nombre se ha quedado. A la vuelta, la maldición del corsario Drake se cebó con nosotros en forma de una nueva tempestad al paso por su Pasaje. Pero Tierra de Fuego nos acogió con un mar en calma y el vuelo de los albatros errantes, la mayor ave voladora del mundo, dándonos la bienvenida al continente americano.

Juan Clavero, Mercedes

Sousa y Lola Yllescas

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